
Hace siete años comencé un proyecto de escritura que todavía continúo alimentando. La cuestión comenzó como una especie de cura para hacer frente a ciertos miedos y preocupaciones que me atormentaban. Como por ejemplo, hacerme invisible para el resto del mundo e incluso para mí misma o ver mi vida interior sepultada por una montaña de pañales, compras, recados y diligencias domésticas por resolver. Empecé escribiendo todos los días, reservando en cada jornada un espacio para una práctica que gravitaba a medio camino entre la meditación, la reflexión y la caligrafía. Uno de los presupuestos iniciales era escribir para mí, ahorrándome todos los inconvenientes que le encontraba a la lectura de mis textos por parte de otras personas. Supongo que el alto nivel de autoexigencia que suelo imponerme unido a una timidez por momentos enfermiza es lo que me llevó a idear esta fórmula. Aunque ahora no termino de comprender por qué estaba tan necesitada de intimidad en un momento en el que mi vida transcurría de puertas para adentro hasta un extremo casi delirante, concluyo que estuvo bien, porque fui capaz de crear con mi práctica un espacio de expresión que me ha ayudado a crecer y a hacerme cargo de mí misma. Otro de los presupuestos iniciales era escribir a mano y conectar mi estado mental del momento con el hecho físico de dibujar las letras que conforman cada palabra de las más de cuatrocientas páginas que he escrito. Cuando leo estos cuadernos y curioseo al azar entre sus renglones me encuentro con una mujer rota a la que a veces no entiendo, pero llena de coraje y determinación. No pienso lo mismo que pensaba con respecto a muchos de los asuntos sobre los que reflexiono en estos textos, pero no me avergüenzo de lo que digo en ellos. Comprendo que he evolucionado a lo largo de este tiempo y mantengo la ilusión por seguir madurando durante el tiempo que queda por venir.
Ahora que la escritura forma parte de mi vida de una manera distinta a la que lo hacía cuando comencé a escribir los cuadernos que forman parte de esta serie, siento el impulso de mostrar algunos fragmentos. Creo que pueden ser de ayuda para otras personas que quieran acercarse a la escritura o a cualquier otro tipo de expresión artística como parte de su proceso evolutivo y creo que haciendo esto me obligo a mantener una postura que tiene más que ver con la persona que quiero ser. Me refiero a abandonar mi escondite y ofrecer, a quien quiera tomarlo, lo que tengo para compartir, que seguro que no es caviar, sino más bien pan con tomate y aceite. Los fragmentos que publicaré aquí (escritos entre julio de 2013 y julio de 2019) aparecerán de manera cronológica pero con fechas aproximadas, pues en muchas ocasiones obvié anotar este tipo de datos. He seleccionado los pasajes que contienen alguna idea que pueda servir como inspiración para quien los lea, bien porque ofrecen material interesante en sí mismo o bien porque puedan dar lugar a debate y reflexión. También he querido que estos textos constituyan una suerte de huella a partir de la cual reconstruir el camino recorrido. Tal vez para no olvidar de dónde vengo, tal vez para recordarme que debo seguir caminando. Mi compromiso sigue siendo conmigo misma por lo que respecta a la escritura, pero con esta iniciativa quiero invitar a que quien guste se pueda unir a él.
Me parece una idea genial. Y me siento feliz de que la compartas conmigo. Muak
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Gracias a ti, Medín, por tu escucha generosa!
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Me encantó la idea…
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¡Qué bien! Es una pena que en este tiempo de confinamiento apenas estoy atendiendo el blog, ya que trabajo mucho y me queda poca energía y espacio para escribir. Pero subiré algún fragmento de los cuadernos para que esto no ande tan parado. Un saludo, Bloguero solitario, me paso pronto a leerte.
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